viernes, 19 abril, 2024

El caballero de la ruta

En los años 60 vivíamos con mi familia en un barrio residencial de la zona Centro de Iguazú, a escasas dos cuadras de la famosa “Feirinha” y de la costa del río Iguazú.
Ese barrio que no tenía nombre era conocido como “Barrio Centro”.

Teníamos un vecino de nombre Fortunato Bareyro de profesión colectivero, un hombre joven y honesto con una familia con tres hijos pequeños.

Realizaba los traslados de pasajeros de Iguazú-Posadas y viceversa con un colectivo de una empresa misionera.

El tiempo en que transcurrió la historia que voy a relatar fue en una época de intensos temporales de lluvia.

La ruta nacional 12 era de tierra por lo que los choferes de los colectivos y camiones debían ser experimentados y eximios conocedores de la ruta.

No era una profesión para cualquiera.

En el ámbito de los transportistas, tanto los choferes de colectivos como de camiones eran muy respetados.

Y no era para menos, a estos hombres llenos de determinación les cabía una gran responsabilidad ya que transportaban personas por esa ruta peligrosa y su compromiso era hacerlos llegar sanos y salvos a destino.

La Ruta 12 de la provincia de Misiones nació el 12 de febrero de 1938, se habilitó a la circulación vehicular con el nombre de:

PICADA IGUAZU

Era un camino angosto de tierra bordeado de selva.
Los viajes de Iguazú a Posadas duraban cerca de 12 horas con buen tiempo.

A los choferes se los conocía como personas muy solidarias y altruistas debido al esforzado y difícil papel que le tocaba cumplir en una ruta de tierra en medio de la selva.

Fortunato Bareyro integraba la lista de esos intrépidos y gloriosos choferes de colectivo de la provincia de Misiones.

Eran memorables las anécdotas comentadas por ellos sobre sus experiencias en la ruta en medio del barro y la lluvia.
Se utilizaban cadenas que iban enganchadas a las cubiertas para poder sostenerse y avanzar sobre el barro resbaladizo.

Con las famosas “empantanadas” donde quedaban enterrados y solo era posible salir con la ayuda de tractores, remolque de otro vehículo y/o personas.

En esos casos los pasajeros varones debían arremangarse los pantalones y bajar para ayudar en la tarea de empujar.

En muchos casos no lo lograban y debían quedarse por varios días sin poder proseguir viaje.

Con el barro metido hasta las cejas no quedaba más remedio que quedarse en el lugar.

Esas situaciones extremas en medio de la selva significaba para los choferes más novatos un verdadero “Bautismo de fuego”.

Entre risas se las ingeniaban como podían para cocinar y pernoctaban dentro del colectivo.

No había como avisar a las familias de los inconvenientes, pero de todas maneras se corría la voz:

-Quedaron en la subida de…..
-Volcó a un costado de….-
-Está empantanado hasta…-
-Hay dos camiones con carga adelante…-
-Quedó atravesado en la bajada de…-
-Tienen que esperar el tractor para….-

Yo tendría 10 años aproximadamente cuando una tarde vi llegar a mi papá muy consternado.

Nuestro vecino Fortunato Bareyro había sufrido un grave accidente.

Curiosa me acerqué para escuchar lo que mi papá comentaba.

En un viaje de rutina de Posadas a Iguazú, debido a las fuertes lluvias había transbordado el arroyo Piray-Guazú próximo a Eldorado.

Contaba que con el agua pasando sobre el puente un automovilista con su familia, de manera temeraria se arriesgó a cruzar.

En el medio del puente se paró el motor del vehículo y se quedó balanceando por la fuerte corredera que pegaba con furia en uno de sus costados.

El chofer Bareyro que estaba del otro lado del puente con el colectivo parado, ante la situación de emergencia sin pensarlo dos veces puso en marcha el colectivo y avanzó audazmente para salvar al motorista y su familia.

Logró llegar hasta el lugar y empujando los sacó de aquella terrible situación.

Inmediatamente una oleada con gran fuerza ladeó peligrosamente el colectivo de Fortunato Bareyro y lo volcó.
Fue arrastrado ante la mirada atónita de las personas que estaban en el lugar, presenciaron como el colectivo se hundía en medio de la furia de las aguas, sin poder hacer nada para ayudar.

Fortunato Bareyro entregó su vida para salvar a una familia.
El puente nuevo del arroyo Piray Guazú recién fue construido en el año 1969 y fue bautizado como “Puente Banana” debido a su forma curva.

El abnegado chofer de colectivo de la provincia de Misiones Fortunato Bareyro, por su arrojo y valentía fue reconocido merecidamente con la distinción de

                                      (Por Alicia Segovia)

-Fotografias de Josef Suarez